El cuaderno azul


La noche del oráculo es la penúltima novela de Paul Auster (la última es Brooklyn Follies, que si no me equivoco todavía no está traducida). El diseño del libro convierte al objeto mismo en una analogía del cuaderno azul que aparece dentro de la ficción, aludiendo así al mecanismo de cajas chinas que conecta el mundo ficticio con el real. Acabo de terminar de leerla hace un par de horas y ha pasado lo que ya esperaba. Siempre que empiezo una novela de Auster, trato de adivinar desde las primeras páginas si está presente o no esa cualidad especial, esa atmósfera entre cotidiana y desesperada que lo es todo en novelas como La música del azar y en las tres que componen La trilogía de Nueva York, y que hace de City of glass su mejor novela hasta ahora. Si me piden que explique a qué me refiero, lo más que puedo hacer es bosquejar las líneas de un tema arquetípico: un hombre común y corriente lo deja todo atrás para iniciar una nueva vida orientada por el azar. Cierto que casi todas las novelas de este autor desarrollan una variante de este tema, pero no todas poseen esa cualidad especial, así que finalmente tema y cualidad no pueden ser lo mismo. Estoy hablando de algo más; podría decir que se trata de una conjunción, de un ensamblaje perfecto entre un hombre desesperado, una ciudad laberíntica, una historia apasionante y una tradición profundamente explorada, que incluye siempre los nombres de Hawthorne, Poe, Thoreau, Hammett, etc. Pues bien; empecé Oracle night con los sentidos alertas, esperando descubrir el primer signo que me trasladara al centro del universo austeriano, y lo que descubrí fue una inteligente, pero desapasionada exposición de los elementos que conforman esa conjunción a la que me acabo de referir: el hombre, la ciudad, la historia y la tradición estaban allí, pero de un modo distinto, menos natural si se quiere, como piezas de un rompecabezas cuidadosamente armado para producir una imagen ya conocida por sus lectores. Lo más terrible es que no hay pathos; al final de la novela, un chiquillo drogadicto golpea a la esposa del narrador hasta hacerla abortar, pero la manera en que esta escena ha sido preparada por todo lo anterior me hizo desear que terminaran de matar a la mujer de una vez (y no es sadismo gratuito, lean la novela). Se puede argumentar que Auster conoce a la perfección cada recoveco de su mundo literario, que se ha paseado a oscuras por todas las calles de Brooklyn y Manhattan, y lo que ahora nos ofrece es el mapa de una travesía que concluyó en alguna novela del pasado. Para mí, se ha vuelto previsible. Oracle night es un museo de estrategias exitosas que no añade nada nuevo a la gran obra de Auster. Tampoco hay un distanciamiento, una mirada distinta que vuelva sobre el pasado con ojos críticos. Por eso creo que la penúltima novela de Auster se merece una carátula tan aburrida y previsible como resultan ser sus páginas.

LUDO

Habrá que hacer algo mientras tanto


Esta es la carátula de la primera novela de Ezio Neyra, Habrá que hacer algo mientras tanto (Solar, 2005). Quiero hacer algunos comentarios más "literarios" para luego pasar a un brevísimo análisis de la portada.

Alto, Gordo y Mediano son tres jóvenes que se cruzan un día en la cola para obtener una visa. Obviamente, el deseo que los vincula es el de salir del país; en un sentido más amplio, el rasgo común es el impulso de huir, de abandonar su realidad. La explicación de esta necesidad está dada en el primer capítulo, cuyo protagonista coral son Alto, Gordo y Mediano a la vez: quieren huir de su propia identidad, de las convenciones sociales, de las dificultades de la vida cotidiana, de la ciudad donde viven y del rol que cumplen en la sociedad. En resumen, puede decirse que son niños claramente situados en la clase media, personas "normales" escapando del mundo adulto que amenza con incorporarlos al orden del trabajo y la responsabilidad. Su proyecto es análogo a la fuga del poeta peruano César Moro, o al viaje de Horacio Oliveira en Rayuela. En este sentido, son adolescentes en busca de un autoexilio donde refugiarse del malestar de la cultura. El medio para hacerlo será la imaginación. La diferencia entre Alto, Gordo y Mediano, y otros personajes similares a ellos en la tradición literaria, es que los personajes de Neyra encaran la fuga como un proyecto colectivo, una empresa grupal.

Los tres juntos deciden construir una suerte embarcación. El problema es que en la ciudad donde viven no hay ríos ni mares donde navegar. Este primer obstáculo ridiculiza su proyecto desde la partida, y, aparentemente, lo obliga a discurrir por los cauces de la literatura fantástica. Pero estamos lejos de enfrentarnos a una trama cortazariana típica como en los cuentos de Bestiario. En el fondo, el libro es una sátira de toda empresa fantástica, como lo fue el Quijote respecto a los libros de caballerías. El tercer capítulo narra irónicamente la etapa de construcción del barco. Los ingenieros no saben nada de ingeniería, y desde ya el lector descubre que el fruto de su esfuerzo es un mamarracho sin forma ni utilidad. Sin embargo, la dedicación con que se entregan al proyecto es seria, profesional, pragmática. No hay nada de romántico ni aventurero en el proyecto, salvo su finalidad. Pero ¿de qué finalidad estamos hablando? Ni los propios ingenieros saben a dónde llegarán en su embarcación. No se han puesto a pensar en el puerto, están obsesionados por la llana necesidad de escapar. Esto no afecta su ética empresarial. Y este detalle es, para mí, lo más interesante de todo: que para describir la construcción, se recurre a la parodia del lenguaje de la empresa. Por ejemplo, los jóvenes se dedican a buscar auspiciadores dispuestos a invertir en el negocio. Hay un líder, una especie de gerente-tirano, que motiva a la fuerza laboral con arengas parecidas al conocido "sí se puede". Hay un organigrama vertical, autoritario, implacable. Todo parece cuadrar en nuestra idea de una empresa, salvo el objetivo final. El resultado tiene sorprendentes consecuencias: si esta empresa es un disparate, quizá todas lo sean. Pero no se trata de un disparate inocuo, simplemente divertido, pues es posible que los personajes mueran en el proceso. La causa de su muerte es la estructura misma del poder que ellos han creado. En el afán por implantar su dominio, por forzar a los otros a obedecer, surgirán conflictos de liderazgo que terminarán por romper el pacto social y conducirán a la barbarie. En el intento de subordinarse unos a los otros, de no quedarse atrás, la estrategia más efectiva será el asesinato de la competencia. El asunto central es el lado oscuro del poder y la gran soledad que impone a sus súbditos.

Debo decir que la carátula me gusta mucho, tanto por el diseño como por la elección de los colores. Es una imagen atrevida, sin duda alguna, y sé que algunos miembros de este blog (léase Page) tienen opiniones encontradAs. Los invito a realizar una confrontación de pareceres a través de este mismo blog. Y por supuesto, los comentaristas también están invitados a dar su punto de vista.

LUDO

Patrimonio

El libro (no me atrevo a llamarlo "novela") de Philiph Roth: Patrimonio relata la enfermedad y el último año de vida del padre de Philiph, Herman Roth, un judío de Newark que trabajó vendiendo seguros. Empieza con una parálisis facial y concluye con una intervención al cerebro. Philip estuvo muy cerca de todo el tratamiento, hasta prácticamente convertirse el "padre" de su padre. Esa traspolación es el tema central -hasta el punto en que uno de los últimos capítulos narra una intervención quirúrgica al mismo Philiph, que no es un hombre joven, y a su padre llorando por no haber podido asistir al hijo, como rendición final-.
La carátula de casi todas las ediciones muestra una fotografía en la que se ve a Hermann, de 36 años, al primer hijo Sandy, de 9, y a Philiph de 6 años, en un jardín. El trío ha formado una suerte de tótem cuya estructura depende de los hombros anchos, el rostro seguro y sobre todo los robustos brazos del padre; como la figura de un águila que protege con sus enormes alas a sus hijos. Leer la novela y contrastarla con esa fotografía -algo inevitable, uno todo el tiempo vuelve a la carátula- es una experiencia terrible.
El propio Roth interpreta esa foto en el libro. Dice: "Es agosto de 1937. Tenemos cuatro, nueve y treinta y seis años. Los tres nos empinamos para formar una V, cuya base puntiaguda son mis diminutas sandalias, mientras que la anchura de los sólidos hombros de mi padre -entre los cuales está exactamente centrada la resplandeciente carita de elfo de Sandy- conforma los dos impresionantes remates de la letra. Sí, la V de la Victoria aparece por todas partes en la foto: de la Victoria, de Vacacciones, de Verticalidad enhiesta y erguida. ¡Ahí está, el linaje masculino, intacto y feliz, ascendiendo de la cuna a la madurez. Aunar en una sola imagen la robusta solidez del hombre del retrato con la fragilidad del hombre del sofá era y no era una imposibilidad. Intentar con todas mis fuerzas mentales unir los dos padres y trocarlos en uno fue un esfuerzo desconcertante, por no decir diabólico. Y sin embargo de pronto me convencí (o logré convencerme) de que recordaba perfectamente (lo lograba convencerme de que lo recordaba) el momento mismo en que se tomó esa foto, más de medio siglo antes. Incluso pensé (o logré hacerme pensar) que nuestras vidas sólo daban la impresión de haberse filtrado a través del tiempo, pero que todo ocurría simultáneamente y que tanto me encontraba en Bradley, con mi padre cerniéndose sobre mí, como aquí en Elizabeth, con mi padre casi deshecho a mis pies"

Mal de ojo

Coincidentemente, en el suplemento "Radar Libros" de Página12 comentan el libro La historia del ojo de George Bataille, que ha sido comentado en este blog unos días antes por Ludo, anuncian que ya no se encuentra fácil en librerías y exigen su reposición. A través de la noticia, además, me entero de que existe una traducción en México hecha por la entrañable escritora mexicana Margo Glantz, que quisiera leer (debe ser genial). En fin, la carátula que coloca "Radar Libros" creo que es de la edición mexicana, de Ediciones Coyoacán, y desde luego que no es muy notable. Poner una mujer desnuda, de senos inflamados y en aparente éxtasis, es un recurso fácil para vender libros de literatura erótica. Cero sutileza. Para eso, prefiero lo que sugiere Ludo y apuntala un lector en el comentario: una carátula que privilegie solo la palabra OJO, y toda su involuntaria carga erótica visual, en medio de un fondo blanco.

TYSON

La increíble y triste historia de un libro de cuentos y sus pésimas carátulas III: Una flor

De todas las carátulas que hemos comentado en esta página a lo largo de los meses, esta es sin duda la más problemática. La miro una vez, la miro dos veces, la vuelvo a mirar y la sigo mirando. Lo único que se me ocurre es la palabra "traición". ¿Qué sucedería si todas las carátulas fueran como estas flores? Un blogger de ¡Basta de carátulas! tendría muchos problemas en un mundo semejante. Las cosas serían más sencillas, pero la gente como nosotros vagaría desempleada por las librerías, buscando algo que jamás encontrará. Una vez más, señores editores, les decimos que tienen toda nuestra confianza. Anímense, hagan la prueba. De ahora en adelante, prometemos apreciar y aplaudir su encomiable esfuerzo. Solo olvídense de las flores y todo marchará sobre ruedas entre nosotros.

LUDO

La increíble y triste historia de un libro de cuentos y sus pésimas carátulas (II): Las naranjas


En la edición de Debolsillo sí aparecen dos naranjas (además de un pajarraco volador amarrado de la pata que podría estar simbolizando a Eréndira, y tiene todo el aire caribeño-tropicalón que siempre asociamos con García Márquez). Extrañamente, parecen dos naranjas comunes y corrientes. Recordemos que en el cuento citado, los diamantes crecen naturalmente en el corazón de las naranjas como si fueran pepitas. Este detalle mágico suele impresionar mucho a los lectores de García Márquez; digamos que, al igual que la levitación del cura y la ascensión a los cielos de Remedios la bella, forma parte del mainstream realmaravilloso, esa presencia macondina superficial que todos llevamos dentro. Se nota que la intención de los editores ha sido explotar ese costado fértil con la inclusión de las naranjas, pero entonces ¿por qué escoger dos naranjas comunes y corrientes, y no dos naranjas con diamantes? La respuesta está en la imagen: si miramos más de cerca, ¿es posible que estas dos naranjas sí contengan diamantes? Nadie podría negarlo. El cuadro del título las cubre parcialmente. Quizá cada una tenga un diamante escondido. Y sin embargo, en Basta de carátulas no podemos vivir de eso.

LUDO

La increíble y triste historia de un libro de cuentos y sus pésimas carátulas (I)

En 1972, a García Márquez le publicaron el libro de cuentos con el título más largo del mundo: La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada (Siete cuentos). A partir de entonces, los editores han competido arduamente para definir cuál de todas es la peor carátula que el libro ha recibido en sus treinta años de vida pública. Hay muchas candidatas fuertes.



1) Esta es la carátula de la primera edición de Barral. Confieso que no tengo mucho que decir sobre ella. Aun tomándola como un ejemplo de abstracción pictórica, me parece que es horrible (y no tengo argumentos para defender este punto). Si hacemos el intento de encontrarle algún sentido, veremos que hay tres elementos principales sobre un fondo azul-celeste: un hongo blanco, una estrella de mar que atraviesa el sombrerito del hongo con una de sus puntas, y dos bolas rojas que sirven de asiento al hongo y la estrella. ¿Podríamos decir (partiendo de la premisa de que uno de los dos, Barral o yo, es daltónico), que esas extrañas bolas rojas representan las naranjas que contienen diamantes en el cuento que da título al libro? Pero de ser así, ¿qué importa? El hongo y la estrella resultan indescifrables, a menos que tengan un valor especial en la cultura gastronómica guajira, que sean los ingredientes de una pócima mágica para el mal de amores, o que uno represente la tierra y la otra el mar (hay una dialéctica entre el mar y la tierra en todos los cuentos), todas hipótesis más difíciles de comprobar que la levitación del padre Nicanor Reyna en Cien años de soledad.

Mañana, otra carátula de este mismo libro, sobre el cual pueden consultar una nota en otro blog.

LUDO

Bove

La carátula de la novela Doctor Pasavento de Enrique Vila Matas muestra una foto en la que el escritor Emmanuel Bove aparece junto a su hija Nora. Dice Vila Matas: "Mi ejemplar de Mis amigos incluye una fotografía invernal en blanco y negro en la que se ve al Walser de la rue Waneau con corbata, abrigo negro y elegante sombrero, posando junto a su hijita Nora en la que aparece una terraza que da a un jardín. La foto es triste y, aunque no siempre, muchas veces, cuando la miro, creo ver un gran parecido entre Nora Bove y mi hija Nora Pasavento cuando ésta tenía los tres años que aparenta Nora Bove en la fotografía. Eso me conduce a una extraña desesperación. Nunca hasta ahora había sentido tanta desesperación al recordar a mi hija Nora, pero no quiero culpar de eso al pobre Bove".
Emmanuel Bove fue un escritor francés con cierto éxito en su tiempo, pero luego completamente olvidado (como su propia obra parecía provocar o predecir). Hace unas décadas, sin embargo, al igual que Robert Walser -el leitmotiv de la obra de Vila Matas- se ha activado una feliz recuperación de su obra y su prestigio.

TYSON

El viaje de Pitol

He encontrado dos carátulas de El viaje de Sergio Pitol:


De esta solo puedo decir que en el texto no aparece ninguna locomotora. Sin embargo, el tren es ilustre como medio de transporte literario y se ajusta perfectamente a la naturaleza del viaje de Pitol. Decir que se trata de una travesía "interior" es caer en el lugar común, pues el libro parte de ese supuesto para construir algo más. Aquí debemos pasar a la segunda carátula, que a mi juicio es la mejor:

El último capítulo del libro se llama "Iván, niño ruso". Pitol revive un episodio infantil, cuando otro pequeño recién llegado al pueblo le pregunta por su nombre y él responde así, que se llama Iván, niño ruso. Y es que "por intuición, presiento que mi relación íntima con Rusia se remonta a esa lejana fuente". El viaje a un país lejano, tema central del texto, es la demostración de que uno pertenece al lugar donde nació, sin duda alguna, pero que también es responsable de crear su propia patria y de compartirla con los demás (aquí el sentido de publicar un diario que nació privado). Pitol lo hace a través de la literatura, y esta casa roja vista a la distancia, una pintura de Malévich, muestra el destino del viaje: no lo desconocido sino todo lo contrario.

pd: he publicado una pequeña nota sobre la relación entre el viaje, la literatura y la política en mi blog.

LUDO.

Historia del ojo

En su excelente prólogo a la edición de La sonrisa vertical, Mario Vargas Llosa da interesantes pistas de lectura para Historia del ojo, novela publicada por Georges Bataille en 1928 que se ha convertido, y creo que sin verdaderos méritos, en un clásico de la pornografía universal. A diferencia de libros como Las once mil vergas de Apollinaire, esta novela de Bataille no pretender ser una lectura placentera o excitante, pues carece de las descripciones visualmente atractivas que caracterizan al género y es, en cuanto al estilo, de una neutralidad casi árida. Como sugiere Vargas Llosa, lo que encontramos es la historia de unos niños malcriados que juegan en el fango y se masturban entre sí entregados a una fuerza que se parece al deseo, pero que se trata más bien de la pesadilla. Desprovistos de psicología, los personajes se movilizan como marionetas zarandeadas por una lógica superior que rige todas sus acciones y pensamientos. Si la novela resulta especialmente misteriosa aun hasta el día de hoy, se debe a que no fue escrita como una alegoría de los postulados eróticos y políticos que Bataille desarrollará en ensayos posteriores como Lo que entiendo por soberanía. En efecto, es inútil tratar de leer Historia del ojo como una crítica al capitalismo, pues las aventuras de Simon, Marcelle y el anónimo narrador se encuentran "más acá" de esas elucubraciones.

La primera carátula que quiero comentar es la de City Lights Publishers. Muestra lo más obvio, un ojo envuelto en una humareda, que mira fijamente con la pupila dilatada hacia un punto vacío. Las volutas de humo quizá intenten representar el carácter onírico. La presencia del ojo, aunque está cantada desde el título, se justifica por el sentido simbólico de diversos ojos que irán apareciendo en la novela: simbólicamente, ojos son los huevos que se introduce Simone en el ano (y Bataille enriquecerá la analogía entre el ojo, el ano, el huevo, el sol, etc. en otros textos), y además vemos que, en uno de los episodios más violentos, ella misma se encargará de arrancarle el ojo a un sacerdote después de obligarlo a tener sexo. Carátula eficaz, pero peca de obvia.

La edición portuguesa quiere ser demasiado inteligente. Resalta las falsas cualidades eróticas, atendiendo así los requisitos comerciales, y al mismo tiempo alude a la escena ya citada, el placer anal que obtiene Simone con los huevos. Pero lo que la traiciona es la composición "artística" de la fotografía, demasiado clásica para ser batailliana, además del escenario de la cama y el dormitorio. Que yo recuerde, estos niños tienen sexo al borde de un acantilado durante una noche de tormenta, al interior de un ropero, en el confesionario de una iglesia, en un sanatorio que parece un castillo gótico e incluso mientras viajan sobre una bicicleta, pero jamás en un dormitorio, santuario por excelencia de la pareja burguesa, el matrimonio y el erotismo entendido como instrumento de la reproducción. Nada que ver con Bataille, aunque lo parezca.

Esta es la carátula de La sonrisa vertical. Sometida a las imposiciones gráficas de pertenecer a una colección, el único detalle singular es la presencia (otra vez) del pequeño ojo en la parte superior. Pero se trata de un ojo dibujado a lápiz o a carboncillo, más estilizado que el primero y menos estridente. El otro es un ojo expresionista que trasluce cierto terror, pero si hubiera logrado lo mismo de un modo más parco sería mucho mejor. Yo no compraría la edición de Sonrisa únicamente por su carátula, pero sí porque viene con el ensayo de Vargas Llosa y con las ilustraciones de Hans Bellmer.

La edición de Penguin tiene la carátula más compleja, pero no la más atractiva en lo visual. El cuerpo femenino acurrucado en posición fetal es perfecto para definir de golpe a todos los personajes, niños sexualizados y encerrados en su mundo interior. Aquí la desnudez no pretende ser erótica sino todo lo contrario, es una condición fría, impersonal, encapsulada, y las rayas y marcas que delatan vejez contribuyen a este clima. Sin embargo, una vez más creo que esta carátula se excede y da una idea errónea, pues atribuye al personaje un esbozo de psicología, un estado de ánimo sombrío, casi depresivo, que no resulta para nada exacto. Como vimos, todos los seres del universo batailliano carecen de densidad psicológica.

Para terminar, esta es para mí la mejor carátula. No comete ningún error, pero tampoco tiene ninguna virtud. Si nos acercamos a un texto tan delicado como Historia del ojo, creo que lo más inteligente es quedarnos callados.


pd: Si quieren saber más de esta novela pueden chequear el ensayo La imaginación pornográfica de Susan Sontag, que propone una definición de pornografía literaria y dice de Historia del ojo que es "la más lograda de todas las ficciones pornográficas en prosa que he leído". Yo encontré el texto en la colección de ensayos Estilos radicales.

LUDO

Autonomía

Algunos libros no necesitan carátula.
(JM)

Más de Cheever

"No conozco quiénes son mis lectores pero son gente maravillosa y parecen vivir vidas independientes y apartadas de los prejuicios de la publicidad, el periodismo y el irritante mundo académico. La habitación donde yo trabajo tiene una ventana que da a un bosque, y a mí me gusta imaginarme que todos ellos - estos entusiastas, adorables, misteriosos lectores -están allí, escondidos detrás de los árboles, mientras yo escribo un cuento más, un cuento menos". John Cheever.

Qué admirable manera de idealizar al lector. Los miembros de Basta de Carátulas le dicen: es que no conoces a los bloggers.

* Si quieren ver muchas carátulas del autor, vayan al excelente site dedicado a su obra narrativa.

LUDO

Hombre lento

Mañana empezará a venderse en España la traducción al castellano de Slowman, la nueva novela del Nóbel suidafricano JM Coetzee. El título ha sido traducido literalmente -Hombre lento- y su carátula presenta un curioso lengüetazo (?) entre un anciano y un perro. No sé de la novela más que lo que la contratapa dice: "Paul Rayment sufre un accidente de bicicleta y han de amputarle una pierna. Bajo la superficie de un planteamiento prosaico -cómo cambia la vida de un hombre a consecuencia de un percance físico- fluye una profunda y cautivadora meditación sobre la vejez, la humillación y la soledad, que Coetzee aborda con la originalidad, la maestría y la agudeza habituales de sus inquietantes y lúcidas novelas". Sin embargo, eso es suficiente para descubrir lo acertada que es la carátula de la edición norteamericana; y para rabiar de envidia -otra vez- por el talento y la creatividad de los del Departamento de Arte o Diseño de esas editoriales, en comparación con el de las españolas y latinoamericanas. Esta portada es una muestra de cómo la creatividad no necesita ser demasiado sofisticada y prueba que un buen diseñador no tiene por qué ser un mago del software. El dibujo de la bicicleta averiada es obvio en una primera impresión (la novela trata de un accidente ciclístico). Pero en en una segunda impresión descubrimos que, más que una bicicleta accidentada, ésta es una bicicleta normal a la que le falta, le han borrado, una rueda. La sutileza de esa rueda ausente anuncia muy bien esta vida que se acaba, que va desapareciendo poco a poco, o lentamente, como sugiere el título de la novela -y también el gran detalle de las letras que van evaporándose en la carátula-. ¿Qué tan lejos, o qué tan rápido, puede ir un hombre cuya vida es una bicicleta a la que le falta una rueda? Ahí está el motivo del libro, y el espléndido acierto de esta portada aparentemente sencilla, pero en realidad muy aguda y compleja.

TYSON

Necrofilia

¡Qué extraña obsesión tienen los editores con la muerte! Casi todas las carátulas de Memoria de mis putas tristes muestran una típica escena de "tránsito"; aparece, adentrándose en un túnel de luz blanca, la espalda de un viejito vestido también de blanco que se retira lentamente hacia los pozos de la memoria, o quizá hacia la otra vida. ¿Tanto lo queremos a García Márquez? En todo caso, el mensaje es que debemos comprar sus libros antes de que se nos vaya, ¿y qué mejor argumento que exhibirlo yéndose? Un detalle macabro: la pierna derecha del viejito está levantada, y su pie en movimiento. ¡Hay que apresurarse, de lo contrario nos gana!

pd: para otro remake de Kawabata, ver el cuento El avión de la bella durmiente incluido en Doce cuentos peregrinos, y salud, bella.

LUDO

Enlaces

Los que hacemos ¡Basta de Carátulas! agradecemos los enlaces y menciones a nuestra página que han hecho algunos bloggers en sus bitácoras durante el pasado mes. Queríamos comentar algunos de esos enlaces. El tan generoso de Alberto Chimal, en su blog Ánima Dispersa, por ejemplo, que ha recibido varios comentarios positivos incluyendo uno de Omegar que define nuestro blog como "El paso contrario a juzgar el libro por la portada: juzgar la portada por el libro". Estupenda definición, de eso precisamente se trata este blog. También queríamos mencionar el enlace de Cuchitril literario, quien además de recomendarnos a sus lectores nos conduce a este enlace donde aparece una vorágine de carátulas de Philiph Dick. A ver si alguien de por aquí se anima a comentarlas sin temor a quedar sepultado. Y finalmente, la mención en esta bitácora cuyo autor desconocemos pero que nos conduce -oh sorpresa- a algunas bitácoras que también comentan carátulas, en especial una página muy parecida a la nuestra (en inglés) que tiene carátulas realmente geniales.

Junkie


A otras, simplemente hay que compadecerlas.
(Jm)

Cheever

Algunas carátulas caen bien.
(JM)

Alarcón: boom en la penumbra

Seguramente han visto el libro en alguna librería limeña, no se trata de una edición peruana sino de una edición "para latinoamérica" del primer cuentario (término horrible y preciso) de Daniel Alarcón, joven escritor peruano criado entre Lima y Estados Unidos que escribe en inglés pero acerca de "nuestra realidad", con toda la carga sociopolítica que semejante afirmación conlleva, y desde una posición de semi-outsider itinerante que despierta interesantes preguntas para los académicos de la literatura preocupados por la cultura. El título original del libro es War by candlelight, que en castellano sería algo así como Guerra a la luz de las velas pero ha sido traducido como Guerra en la penumbra, una fórmula acertada aunque carente de la belleza y complejidad del nombre primero. Los cuentos de Alarcón harían la delicia de los sociólogos por los temas que toca, por su deliberado tratamiento de una problemática urbana que está ausente en los textos de la llamada "nueva narrativa peruana", más cercana a la construcción subjetiva de mundos herméticos y asentados en una concepción del escritor como artista de la palabra; sin embargo, estos cuentos son mucho más que eso pues reúnen las virtudes de la prosa bien escrita y el manejo exitoso del ritmo narrativo. La carátula es excelente, no solo por sus méritos gráficos sino porque adelanta una lectura del contenido. Lean el libro y después nos dicen.

LUDO

Hablador

Hablando de Alfaguara y sus recientes movidas, ¿por qué la excelente novela El hablador de Mario Vargas Llosa, de acuerdo con esa tendencia a etiquetarla como novela menor (quizá por tener pocas páginas, no veo otro motivo más serio), ha sido incluida en este florilegio llamado Narrativa Breve junto a Los jefes y Los cachorros, como si fuera un cuento o un relato largo? ¿Acaso no merecía aparecer solita, con su propia carátula y todo, como apareció por primera vez en la edición de Seix Barral con la pintura de Rousseau, esta que en la imagen casi no se ve de pequeña y olvidada? En esa edición del 87 la elección de la imagen me parece acertadísima por la presencia del ojo occidental en la definición de lo machiguenga, como ocurre también en la novela con la invención del hablador y su alucinante discurso plagado de mitos aparentes. En el libro de Alfaguara está la foto de un Vargas Llosa joven, sonriente y todavía fumador (ni asomo del futuro jogger empedernido), decisión editorial que responderá a sus razones, pero que no elimina la cuota de nostalgia. En cuanto a la edición de Seix Barral, solo puedo decir que la extraño porque la que alguna vez tuve fue rematada a mal precio o sustraída sigilosamente de mi biblioteca, ya no me acuerdo. La he buscado en ferias del libro viejo sin poder encontrarla.

Esta tarde, derrotado por las imposiciones del mundo editorial, bajé los brazos de esteta agitador y compré la nueva edición de Alfaguara. Qué hacer, si nos sabotean.

LUDO

Visitadoras

Es muy divertida la anécdota que ocurrió con esta edición de la novela de Mario Vargas Llosa Pantaleón y las visitadoras, editada por Alfaguara. Cuando Alfaguara compró los derechos de todas las obras de Vargas Llosa -en una de las más comentadas jugadas comerciales del mundo editorial español-, empezó a publicar la Biblioteca Vargas Llosa, reeditando títulos que no existían en librerías y en versiones definitivas. Publicó, por ejemplo, un tomo dedicado al teatro de Vargas Llosa, con un enorme hipopótamo en la portada -en alusión a Kathy y el hipopótamo sin duda-, extraña carátula que estoy seguro que le encantó al autor (que tiene a este animal como fetiche). También se publicó una reedición de la novela Pantaleón y las visitadoras. En esta edición, la carátula mostraba a un grupo de mujeres -jóvenes y no tan jóvenes-, voluptuosas (por no decir gordas en algunos casos), en bikini de los años 70, con rasgos que muy bien podrían representar a las mujeres de Iquitos. La mancha de chicas hacía un gesto coqueto -un pase de can-can-, más juguetón que seductor. La verdad es que la carátula era perfecta para la novela que es también juguetona más que sensual, divertida, calurosa, cuyas protagonistas son estas "visitadoras" (prostitutas selváticas según la terminología militar/arrecha de Pantaleón) y que ocurre en la selva peruana. Hasta ahí todo bien. Pero luego de unos años, el sobrino de alguna de las protagonistas (involuntarias) de la carátula vio en una librería de EEUU un ejemplar de la novela y, como gracia, se lo mandó a la tía. ¡La que se armó! Resulta que esa foto no fue cedida por nadie, sino que al parecer un fotógrafo europeo la copió de la original, que estaba colgada de un restaurante de Iquitos según una versión que oí en televisión. Luego, seguro los diseñadores vieron el book del fotógrafo y encontraron la foto aquella y él, pensando en no sé qué, la cedió sin fijarse en el lío que se armaba. Claro, algunas de las aludidas -que ya no viven en Perú, viajaron en los 80 a EEUU- vieron aquí la oportunidad de ganar algún dinero, sobre todo porque en la novela se alude a prostíbulo y la foto "puede prestarse a confusiones". No se trataba de un lío de derecho de autor, pues, sino de "injuria". La editorial quiso arreglar con ellas en numerosas ocasiones, demostrando con eso que no fue hecho a drede, pero según tengo entendido no se llegó a un acuerdo (me imagino a estas mujeres asesoradas por abogados angurrientos). Creo que la carátula ya ha sido retirada (si ven algun ejemplar en venta, aunque sea en la edición de bolsillo, cómprenlo que valdrá algo en unos años) y no sé cómo va judicialmente el lío, pero me imagino que al final no pasó nada. Pero la anécdota vale.

PD: por cierto, creo que en el futuro absolutamente todas las carátulas de Pantaleón y las visitadoras deberían tener a Angie Cepeda, protagonista de la versión fílmica, en primer plano. Ese libro lo tendría en mi mesa de centro, o de noche cuando estoy solo, no en el librero.

TYSON

Mi nombre es Gisela

Sin comentarios

Marías II

Corazón tan blanco es al parecer la novela más traducida de Javier Marías. La primera carátula salió en Anagrama y la pintura ejemplifica una de las primeras escenas del libro, cuando Juan, el narrador, ve desde el balcón a una mujer en la calle mientras su reciente esposa toma una siesta. Una imagen un tanto barroca, llamativa por la mujer desnuda en la cama y un hombre que en vez de mirar hacia la calle está pendiente de ella. La misma escena trató de resaltar la portada de Alfaguara cuando reeditó Corazón tan blanco. En esta ocasión, sin embargo, algo cambia: Juan ya no está pendiente de Luisa sino de la mujer que ve desde el balcón y que está esperando a alguien. El Juan de Alfaguara es más osado, mientras que el de Anagrama se muestra cauteloso, pendiente de que Luisa no despierte. Ambas carátulas pretenden mostrar una escena específica, y si bien lo que cambia es solo la postura de Juan, es interesante resaltar que en la imagen de Alfaguara vemos a un Juan de espaldas, mucho más misterioso y sugestivo que en la carátula de Anagrama, donde tanto su figura como la de su esposa están a la vista. No menos importante es la presencia de la dama en ambas carátulas: en una aparece Luisa, en otra la mujer que espera en la calle. Alfaguara utilizó la imagen primigenia para su edición de bolsillo pero puso otra para la normal, que sin lugar a dudas es una de las mejores dentro de las ediciones publicadas. Pero no es la única. Dos de mis favoritas salieron en Japón y Turquía. La japonesa es colorida, sensual, simbólica. Un lápiz labial blanco está a la altura del corazón de una mujer que lleva un vestido morado. La turca está más apegada a las escenas del libro y nos presenta a una Luisa sobre la cama, preocupada, atormentada quizá, con una mano sobre la cabeza y un perfil del rostro que nos cautiva. La luz tenue, como si proviniese de la luna, le da ese aura marchito, ese toque blanco que el título mismo nos sugiere. Un escalón más abajo está la carátula francesa, pues si bien nos muestran a una Luisa contrastada con el fondo oscuro, vestida de blanco y sobre unas sábanas también del mismo color, la imagen es estática y no sugiere ningún estado de ánimo, salvo el de la tranquilidad de estar durmiendo. Tal vez con la presencia de Juan la carátula hubiese sido mucho más interesante. Un carátula que decepciona es la alemana. Hay que recordar que Marías fue best séller en dicho país, y tal parece que a la editorial solo le importó vender el nombre de Javier Marías que el libro mismo. Hay otra edición alemana, creo que posterior a la primera, menos sencilla que ese fondo anaranjado y con el semblante de Juan, pero tampoco es una buena portada. Las carátulas curiosas son muchas. Está la edición eslovena (¿?), la israelí, con una Luisa desnuda, de cabellos largos y frondosos, aunque parece más la mujer de un troglodita, la rumana, donde pensaron que Javier “Marías” era un profeta religioso, y finalmente la griega con una imagen algo tétrica. Sin embargo, la peor carátula sobre Corazón tan blanco se la lleva otra vez una edición italiana, y esta vez no se copiaron de la original. ¿Qué tienen los italianos contra Marías? En la imagen de la portada vemos un corazón rojo sobre un fondo azul. ¡Sí, un corazón rojo! Para no creerlo.

QUARK

Un muerto en la carátula

Antes de ser bella o compleja, una buena carátula debe lanzar el gancho preciso para atraer a posibles compradores que no posean información previa sobre el contenido del libro. Estos compradores "no especializados" (me refiero a los lectores normales, no a esos perros hambrientos que espían por la ventana de su escritor favorito – de quien saben hasta cómo duerme - esperando que acabe de escribir su libro para precipitarse a la librería más cercana a comprarlo "calientito"), deben armarse un anticipo mental con pocos insumos: el texto de contracarátula, su conocimiento previo del autor (si lo tienen), su bagaje literario pesado o ligero y las pocas páginas que alcancen a hojear. En nuestra experiencia, las carátulas suelen ser poco informativas. La mayor parte de las veces no dicen nada, salvo que el libro en cuestión sea archiconocido (Lolita o La metamorfosis) y la imagen presentada solo venga a reforzar eso que ya pertenece al saber del mundo. Pero acaso, ¿es que una carátula tiene la obligación de decir algo, de cifrar un símbolo o contener un mensaje que se articule con la trama de significados del texto? Si hace alguna de estas cosas, hay que felicitar al ilustrador, pero la felicitación siempre vendrá a posteriori, después de leer un libro que "lector potencial" aún no conoce.



En este momento crucial (18 soles menos, 18 soles más para la editorial), algunos editores pueden jugar con la mente del lector potencial transmitiéndole mensajes subliminales para reforzar su apetito de consumo. Es el caso de la clara alusión al autor – Andrés Caicedo – en la carátula de la última edición de Norma del libro de cuentos (¿o novela en tres monólogos?) Angelitos empantanados o historias para jovencitos. En ella vemos una fotografía en blanco y negro (como casi todas las que hay de Caicedo) de un "modelo" de cabello revuelto (¿reminiscencia de los agitados años 70?) y expresión torturada o trasnochada o ambas cosas. El pata sostiene un corazón rojo que sangra a la altura del pecho (todo muy infantil y naive), y tiene dos alitas blancas de polluelo o angelito volador, también dibujadas por un artista niño (alusión a la estética adolescente de Caicedo). Podría decirse que este "angelote" representa a los "angelitos empantanados", típicos personajes adolescentes de Caicedo que el autor bautiza con nombres expresivos como "Miguel Ángel" o "Angelita", y juntan algunos o todos estos ingredientes: vivir en los suburbios ricos de Cali, asistir al colegio San Juan Berchmans, sufrir de un Edipo mal curado, leer a Poe (Berenice), disfrutar del terror, tener sirvientas y policías contratados en la casa, temer a las clases sociales que no sean la suya y enamorarse de muchachitos(as) pertubados(as) que los lleven a la muerte o a la destrucción psicológica. Ciertamente, la carátula cumple el propósito de representarlos a ellos, pero la alusión más clara, la que salta a la mente del lector potencial apenas ve el libro en un estante de supermercado, es al suicidio del propio Andrés Caicedo a la edad de 25 años con sesenta pastillas de Seconal (¿por qué la edición de Norma consigna este dato?) en marzo de 1977. Más allá de ser una tragedia, esta historia ha creado un mito (es decir una potencial fuente de riqueza) que forma parte del saber literario de todos los colombianos y casi todos los latinoamericanos con algún interés por la literatura, tanto así que el mito puede llegar opacar la calidad de una obra que no está en discusión. En la mente del lector potencial, la imagen de la carátula conecta inmediatamente con ese compartimento rotulado "escándalos literarios", o con otro de "fetichismo narrativo", o peor aun con ese que se llama "rebeldía mal curada o nostalgia revolucionaria". El resultado es una compra asegurada, o al menos eso espera la gente de la editora. Esta carátula, más que un mensaje subliminal, contiene una carta de amor abiertamente necrofílica que ojalá haya generado las grandes ventas esperadas.

LUDO

Carátula multi-usos para editores ocupados

En estos tiempos de boom editorial, si el editor está demasiado "ocupado" para fijarse en la carátula (incluso para leer el texto y proponer una interpretación), le recomendamos esta pintura de Yves Klein. No solo es "retro", sino que se presta a una variedad de lecturas y basta cambiarle el color en Microsoft Paint para evitar el engorroso pago por derechos de autor. Incluso se podría bautizar una colección entera como "libros arco-iris" siguiendo el lema: "¡a donde llegue el ojo, llega la imaginación!" ¡Qué mejor manera de superar el impresionismo y aprovechar las últimas tendencias del arte contemporáneo! (Añada el nombre del autor y el título de la obra).

LUDO

Marías

Para los que admiramos a Javier Marías, y tal y como un lector de nuestra página resalta, la carátula de la edición española de Mañana en la batalla piensa en mí es igual de desconcertante como la muerte de Marta Téllez. ¿Qué hace esa mujer, yo diría una muchacha de 20 años, al lado de una cebra? Está pensativa, con una mano a la cabeza y con un rostro de preocupación, pero los que hemos leído la novela sabemos que esa imagen no tiene ninguna relación con la historia. ¿Téllez pensando en el futuro de su hijo antes de su muerte? Absurdo. Si buscamos otras publicaciones de la novela, podremos encontrar una interesante propuesta de carátulas, desde la más correcta hasta la descabellada, que incluso supera a la portada original. Dentro de las más interesantes está la que hizo la editorial holandesa Meulenhoff. Como vemos en imagen, se muestra el borde de una cama, sábanas desordenadas y un objeto negro en la parte descubierta. Desde luego, insinúa el lugar de la muerte de Marta Téllez, la causa del libro y el eje principal de la historia (para los que no hayan leído Mañana en la batalla piensa en mí, no se preocupen, dicho deceso está mencionado ya en la contratapa, aunque no debería estarlo. Además, y como ya muchos saben, Marías no puede comenzar un libro sin matar a alguien). En la portada uno puede percatarse del objeto negro sobre las sábanas blancas, unos cobertores que también dan cierto movimiento. Hay la impresión de que tanto Víctor Frances como Marta estarían en ese coqueteo previo a una relación sexual, que dicho sea de paso, nunca se llevará a cabo. Otra carátula interesante es la publicada en Estados Unidos por la editorial Harcourt Brace. Con un tono grisáceo y como si fuese un bosquejo a lápiz, vemos la mitad del rostro de una mujer y la parte superior del brazo, una Marta Téllez ahora con el cuerpo cubierto por las sábanas. La edición norteamericana es más osada que la holandesa, pues se atreve a mostrar una supuesta Téllez, y creo que con la precaución y el acierto de solo darnos una imagen de su fisonomía a medias. Aquí, a diferencia de la de Meulenhoff, Téllez estaría ya muerta o a punto de estarlo. Es una portada estática, contraria a la holandesa, pero no por ello equivocada. Menos lograda que estas dos está la de Portugal, a cargo de la editorial Martins Fontes. Dos imágenes cortadas que muestran a un hombre también con un rostro a medias. La portuguesa privilegia a Víctor que a Marta, lo cual no está mal, aunque no con el acierto debido. Las imágenes cortadas no logran cohesionarse del todo. Una misma imagen tomada en dos ángulos distintos, idea interesante, pero hubiese sido mejor mostrar un mayor contraste. Frances pensativo, cavilando tal vez la acción a tomar luego de la muerte de Téllez. ¿En el mismo departamento de Marta? ¿Pensando si llamar o no al esposo? Incomprensible es la publicada por Gyldendal, editorial noruega. También vemos dos imágenes en la carátula, pero esta vez una pintura con un supuesto hombre y unos animales que parecen caballos. Rarísima y nada que ver con el tema. Pero la descabellada, la que se lleva el premio a una de las peores carátulas hechas sobre un libro, es la publicada por la editorial italiana Einaudi. Parece que los italianos solo se dejaron llevar por el título y pusieron lo primero que estaba a mano. ¿Un gladiador? ¿Mike Tyson en versión oriental? ¿O acaso se trata de una nueva imagen de Sagat, ese peleador tailandés del juego virtual Street Fighter?

Nota: Un lector de nuestra página aclara en los comments que la portada italiana es una réplica de la primigenia, la que se publicó en la edición de Anagrama. La pregunta, por supuesto, salta a la vista: ¿Fue Marías quien escogió dicha imagen? ¿Un lapsus? ¿O tuvo que escoger entre esa y otra peor? ¿Otra peor? Impresionante.

QUARK

Un foxterrier para Quiroga

¿Y cuándo una edición de Horacio Quiroga con sus adorados foxterriers en la carátula?
LUDO

Desayuno en Tiffany's

Antes de que Lalaume Barnes se llamara Holly Golightly, era una chica de trece años que se había fugado de sus padres adoptivos para ir a vivir con un viudo mayor que ella. Una niña que junto a su hermano Fred iban a robar leche y huevos de pava. Pero Lalaume Barnes quiso ser Holly Golightly, la dulce muchacha que a pesar de haber desistido de ser una verdadera actriz de Hollywood logró estar rodeada de pretendientes millonarios y del glamour que tanto le atraía. Nos referimos a la novela de Truman Capote, Desayuno en Tiffany’s, que fue llevada al cine y protagonizada por la bella Audrey Hepburn. De una de las imágenes de este filme salió la portada para la edición en español del libro. Aquí vemos Hepburn (Holly Golightly) con el encanto que el propio narrador también nos intenta traslucir: los guantes negros, el collar de perlas y sobre todo el rostro dulce de una muchacha ingenua, singular, que ha tenido once amantes (sin contar los que tuvo antes de los trece, como dice la propia Holly), y que habla de libros por las películas que ha visto sobre estos. La idea de la Editorial Sudamericana para poner esa imagen de la película en la novela es muy acertada, si juzgamos por las carátulas de otras editoriales. Pero no nos engañemos. Este es quizá uno de los pocos casos en que la figura de una protagonista se parece tanto (al menos para mí) a la figura plasmada en la novela. Desayuno en Tiffany’s, aparecida en 1950, es paralela a la aparición de Hepburn como actriz; parecería que mientras Capote creaba a su Holly una Audrey también se estaba creando simultáneamente, dando sus primeros pasos en el mundo del cine. De todas maneras, la postura de Sudamericana es contraria a la de Anagrama, pues prefiere una imagen menos directa con la película, aunque intenta mantener la esencia de glamour. Aquí vemos a una mujer con un vestido rojo y pintándose los labios también del mismo color, el collar y el arete, pero sin mostrar el rostro completo de la mujer. Dicha imagen me hace acordar la escena en que Holly, antes de leer la carta de un pretendiente que opta por abandonarla, decide pintarse los labios, colorearse las mejillas, adornarse las orejas con perlas y ponerse gafas oscuras. “Para leer esta clase de cartas”, le dice al narrador, “hay que llevar los labios pintados”. Poco atinada es una edición norteamericana de Penguin Books Ltd, en donde aparece una mujer de pie, apoyada y posando para la foto, enfundada en negro y con el cabello algo suelto, vestida más para el velorio de alguien y que en vez de Holly se parece más a una de las amigas de esta, quizá la tartamuda Mag Wildwood. Dentro de las carátulas simples, mejor quedarse con esta edición argentina, donde a pesar de ver a una Holly en miniatura, podemos apreciarla con su gato, el felino que la vemos en la novela siempre en sus brazos y que incluso tendrá algo de protagonismo al final de la novela.

QUARK

Lolita

La primera carátula de Lolita (Olympia Press, 1955) tenía solo el nombre escrito en letras oscuras sobre una cartulina intensamente verde (¿anunciando al "viejo verde" de Humbert Humbert?). Sobria, como solían ser las carátulas entonces, y más aún siendo esta una novela que podría ser acusada de "pornográfica". Pero perdía el gancho comercial de colocar a una nínfula (personaje seductor entre los 9 y 12 años, como Lolita) en la carátula. Mucha agua ha pasado bajo el puente y, cumpliéndose este mes los 50 años de la publicación de este libro genial (editado originalmente en dos volúmenes), repaso varias carátulas y propongo lo mejor y lo peor.


Carátula correcta

Esta es una de las carátulas más conocidas, y también la mejor para ilustrar Lolita. En primer lugar, es sugerente, porque deja al lector el libre albedrío de imaginar el rostro de Lolita. En segundo lugar, no es evasiva, porque sin duda las piernas de esa niña responden a una edad entre los 9 y 12 años, edad en que Humbert Humbert descubre a su nínfula en el jardín de su madre. Y en tercer lugar, contextualiza al lector en la coyuntura de la novela: esas medias y los zapatos nos muestra a una escolar americana de los años 50. Y Nabokov quería, justamente, retratar a las escolares y al modo de vivir americano de aquella década. Queda claro que mostrar una parte del cuerpo que no sea el rostro es la solución idónea para la carátula de un libro como Lolita. Esta foto de las piernas descubiertas por una falda corta y levantada despreocupadamente es, por ello, perfecta, porque muestra el doble signo de Lolita (y de todas las nínfulas) entre la inocencia/seducción (la postura de los pies subraya esa duplicidad). Mostrar, por ejemplo, un pecho floreciente o unas nalgas respingadas sería demasiado obvio e implicaría una suerte de censura a Humbert Humbert como un sujeto meramente sexual (lo que no era, a diferencia de Quilty). En ese sentido, no me parece acertada esta carátula de la editorial Vintage Internacional, que muestran los labios, y menos aún en una foto tan "sensual" que es demasiado explícita (a diferencia de la novela, donde lo sexual y lo poético, lo carnal y lo sublimado, están en preciso equilibrio). En el caso de Lolita, lo seductor se debe sopreponer a lo sexual o directamente erótico. Otras carátulas en las que se ven las piernas son ésta (las medias con los zapatos aquí son poco atractivas) y ésta (que corresponden al jardín de la casa de su madre, sin duda).

Carátula equívoca

Cualquier carátula que muestre de plano el rostro de Lolita es equívoca. Es una interpretación limitante. ¿Qué pasa si ese rostro no corresponde a la imagen que la lectura nos forma de una niña seductora? Lolita, debe entenderse, no es necesariamente una "belleza", ni una chica de calendario, ni una modelo adolescente. Es una seducción distinta la que ejerce sobre Humbert Humbert, incomprensible para el común de los mortales según el mismo libro. Por lo tanto, cabe la posibilidad de que Lolita sea incluso fea, o infantil, pero decididamente extraña, especial. Las carátulas que muestran el rostro de Lolita se equivocarán, por tanto, de todos modos ante un libro tan sugerente como éste. Esta portada, por ejemplo, muestra a una Lolita casi como una modelo o una chica de colegio de Beverly Hills, demasiado "bonita" y -por ende- poco ninfulesca. Otras carátulas que muestran erróneamente el rostro son ésta (una Lolita tensa), ésta (una Lolita californiana, agresiva, adrenalínica), ésta (una Lolita gordinflona, con cara de sabihonda), ésta (una Lolita de 20 años) y ésta (una Lolita morena: interesante aunque reñida con el libro). En esta misma línea, colocamos las ediciones que utilizan fotogramas de las versiones de películas sobre Lolita. Tanto como Sue Lyon como Dominique Swain, creo yo, son pésimas representaciones de una nínfula. Una, demasiado mayor para tener 12 años (o incluso los 14 que le pone la película); la otra demasiado fashion. En ésta edición, aparece el célebre chupetín de Sue Lyon. Y en ésta, las piernas largas de Swain (si se quiere usar un fotograma, ¿por qué no usan aquel en que le pintan las uñas a Sue Lyon? Es lo mejor de la película de Kubrick). También las carátulas que tienen pinturas entran en esta categoría, desde luego. En ésta aparece una horrenda Lolita atlética, una nadadora olímpica, demasiado musculosa (es la peor, sin duda). Y en ésta, una versión cándida, sonrojada, campesina y soviética. En caso de que el editor insista en colocar una pintura, ésta es una opción interesante porque sin duda las niñas de Balthus son nínfulas afines a los referentes de Nabokov (aunque sería una versión oscura, pérfida, de Lolita). Finalmente, ya que hablamos de imagenes impuestas en contra de la voluntad de la novela ¿alguien me puede explicar esta Lolita andrógina? Es demasiado.

Otro sí

Cuando un autor es un clásico, se considera la opción a colocar su rostro en la carátula de sus novelas principales, aunque se corra el riesgo de que algúj desinformado piense que Humbert Humbert es un anciano con cara de profesor de Cornell. Esta carátula de Lolita es curiosa, sin duda, con aquel Nabokov serio, de lentes caídos, cogiendo una rosa frágil con cierta suavidad. Una broma oscura, probablemente, que Nabokov no hubiera aceptado. También existe una carátula muy divertida, en este sentido, para la versión de Lolita en audio libro, leída por Jeremy Irons. Es más precisa, porque ahí Nabokov está trepado en un automóvil similar al que usó Humbert Humbert (el tema de la carretera y los hostales es un tema imprescindible en esta novela) para huir con su nínfula. Nabokov no tiene un rostro pétreo sino más bien muy divertido, casi, casi sonriendo. Aunque es ciertamente profesoral. Y lleva una pluma para escribir. Sin duda, más que Humbert Humbert, parece el demonio de Quilty.

TYSON

Angelitos de mierda

En la colección Cara y Cruz de Norma apareció el año pasado una antología de los cuentos de Saki (Hector Hugh Munro, Birmania 1870 – trincheras francesas 1916). El título, Cuentos de humor negro, es desconcertante, porque los pocos libros que el autor publicó en vida llevaban títulos opacos y nada abstractos, como Reginald o The reticence of Lady Ann; el criterio editorial explica la necesidad de recurrir a un título sumario y plano que dé cuenta – a grandes rasgos y simplificando – del "tema" que vincula a todos estos cuentos, o mejor de la "sensación" que dejan en el lector estas historias crueles y divertidas, o sencillamente desalmadas. Un rasgo formal recurrente es la brevedad – sin exagerar, algunos son más cortos que este post -, así como el apego a una estructura clásica que la hermana de Saki ha definido con acierto: las historias son "anécdotas innecesariamente alargadas" o "tragedias indebidamente comprimidas". Muchas de ellas parecen cuentos para niños, fábulas que de un momento a otro pierden toda su ingenuidad y degeneran hacia lo horrible. Los protagonistas suelen ser niños maquiavélicos, encerrados en ambientes familiares lúgubres y represivos, que encabezan pequeñas revueltas contra el orden establecido que adquieren matices de travesuras macabras. En el mejor cuento, Sredni Vashtar, el niño Conradín vive con una tía-tutora a la que odia, y un hurón como mascota; un buen día, el hurón asesina "por casualidad" a la mujer y la única reacción del niño es "proceder a prepararse una tostada", como un refinado caballerito que disfruta elegantemente de esa mezcla de justicia infantil y maldad de kindergarden. En el tono distante y objetivo del narrador se percibe una risa ahogada y una secreta complacencia ante las "ocurrencias" del angelito monstruoso. Hablando de carátulas-espejos que reproducen una escena clave que cifra la totalidad de un texto en un símbolo, la carátula de esta antología es un buen ejemplo. En el relato El cuentista, vemos a tres angelitos viajando con una tía en un tren; la buena mujer, que resume las costumbres y esperanzas de la sociedad inglesa antes del 14, intenta calmar a los niños contándoles lindas historias infantiles (con moraleja y demás) que ellos encuentran aburridísimas y tratan de sabotear a cada paso con preguntas impertinentes, como "¿de qué color tenía los ojos el lobo que se tragó a Caperucita?". Hasta que hace su aparición "el cuentista", un hombre siniestro de ropa oscura que les empieza a contar una típica historia de Saki, en la que los niños pueden reconocer su propio ingenio despiadado. Son estos los personajes que ilustran el libro: caricaturas crueles que combinan los trazos torpes y los colores vivos de la estética infantil con los tonos oscuros y el cielo pálido de un mundo gótico que convive con el primero. Fíjense en la cara de la dulce niñita pelirroja que escucha embelesada la historia del "cuentista", con los ojos desorbitados y una mueca de asesina en serie – o de mujer zombie - que le deforma la boca. Tiene un osito de peluche en las manos y parece que lo está asfixiando.

LUDO

Nuevos paseos

La edición de Siruela de Paseos con Robert Walser de Carl Seelig no solo demuestra que la sobriedad y el buen tino pueden ir de la mano, sino que a veces es necesario crear un concepto de carátula aprovechando todos y cada uno de los recursos de los cuales se disponga, incluso si estos mismos provienen del material gráfico dispuesto entre sus páginas. Vemos en la carátula de esta edición una de las seis fotografías que acompañan el texto de Seelig, y en ellas se observa el devastador paso del tiempo en el rostro de Walser (una de las imágenes más famosas del escritor proviene de este archivo). Sin embargo, en muchas de ellas no solo se le ve distraído, sino que incluso contento de poder llevar a cabo la actividad que más lo deleitaba: pasear. Sin rumbo fijo. Solo pasear. El libro de Seelig, como ya sabemos, nos relata las diversas conversaciones que Seelig y Walser sostuvieron durante más de 20 años, y entre ellas podemos notar no solo la huella del genio que opinaba libremente sobre su época y su condición, que despotricaba de sus colegas escritores y de la literatura misma, así como de la farsa de la escritura, de la fama y del éxito; no solo notamos estas variantes desconcertantes del Walser caminante que avanza sin cesar hacia un destino inexistente, sino también la mano firme del amigo incondicional, la sombra de Seelig tras los pasos del irritable y desconfiado escritor al que, incluso abandonando varios días la labor oficial -Seelig era soldado-, había decidido rescatar del olvido. Un olvido que, paradójicamente, Walser procuraba labrar cada día en cada paseo, como si caminando frenéticamente abandonara parte de sí mismo en la huella de sus pasos; así, hasta desaparecer, esfumarse. No ser nadie, y que eso no sea un lamento, sino una bendición. Después de leer una y otra vez este libro, creo que su portada no solo es sumamente acertada, sino que se convierte en un imán de lectura. Casi un espejo de lo que está contenido. Muestra una de las fotografías que Seelig le toma mientras Walser asciende por un camino cubierto de nieve -recordemos que el escritor muere en la navidad del 56, precisamente mientras caminaba por un bosque cercano cubierto de nieve-. No vemos su rostro, apenas la silueta siempre tan formal -saco, corbata, sombrero y bastón- que con mucho esmero el escritor siempre cuidaba. Y así avanza. Esta es una caratula "de ida y de vuelta": hay que volver inevitablemente a ella después de cada fragmento leído. Es imposible, entonces, no sentirnos compañeros también de esos largos paseos desde el sanatorio de Herisau hacia los pueblos aledaños. Siempre la espalda de Walser frente a nosotros, inaccesible, tal y como él lo deseaba. Y nosotros, aún persistentes tras sus huellas.
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Lo nuevo de Rushdie

Según Rodrigo Fresan, en su crónica sobre la presentación del libro, "... lo que cuenta Shalimar The Clown es nada más y nada menos que el proceso que lleva a un joven artista –un eximio equilibrista y payaso de circo– a convertirse en una implacable máquina de matar del terrorismo fundamentalista". Siendo así, resulta obvio el acierto de la carátula en la versión inglesa de Shalimar The Clown, la nueva novela de Salman Rushdie. Aquel "eximio equilibrista" representado por la soga que está a punto de romperse, en representación del precario equilibrio interno que Shalimar quebrará cuando se convierta en un asesino fundamentalista (y al primero que mate sea a “un hombre sin Dios que ofendió a Dios, un hombre que vendió su alma a Occidente: un escritor”). Pero más allá del concepto, que está bien ilustrado, esta carátula tiene otro acierto: tiene movimiento. La tensión de esa soga estirada que se está pelando, pero aún no está rota, es en sí misma un conflicto. ¿Se romperá la soga? ¿Qué pasara cuando eso suceda? ¿Algo bueno o malo? ¿Algo grave o no? Y si es malo y grave, ¿se superará o no? El conflicto se mantiene en vigencia mientras haya una situación que no se resuelve. Y eso es lo que vemos en esta acertada carátula. En algunos casos, el conflicto empieza en el primer párrafo. En otros, incluso, en la primera línea. O hasta en el título -alguna vez los que conformamos este blog pensamos escribir una novela policial colectiva titulada No fue el mayordomo-. Pero en este caso, empieza en la carátula.

Gracias

El equipo que conforma el blog ¡Basta de carátulas! agradece a "Los noveles" la mención tan generosa en su página y el enlace. Asimismo, muestra su enfado ante las opiniones de un sujeto apellidado Urdanivia quien ha dicho: "ese blog es demasiado aburrido".

Nuevos puritanos

Se considera que una buena carátula es aquella que, de algún modo, refleja el interior del libro y lo ilustra de un modo conceptual. La buena carátula, entendida de ese modo, sería un apéndice del libro que pretende al mismo tiempo seducir al "comprador" y apoyar al "lector" en la interpretación. Me parece bien. Sin embargo, existe la posibilidad de entender que la carátula es solo un medio que fija un concepto, vinculado al libro como un producto cualquiera, y busque hacerlo no solo atractivo sino "único" y fácilmente reconocible. Y para lograr eso, el ilustrador no se valdrá necesariamente de la interpretación del texto sino que intentará crear algo más comercial, una carátula que busque inducir al comprador a adquirir un producto (literario), sin necesidad de además orientarlo en su lectura. Es decir, "compra este concepto, ya después arréglate con él como puedas". Un ejemplo claro de ello es la carátula del libro All Hail the New Puritans, (una antología de relatos de un grupo de autores jóvenes británicos -entre los que se cuentan los ahora famosos Alex Garland, Toby Litt, Geoff Dyer) Ellos escribieron en esa antología un Manifiesto que, explicado a grandes rasgos, pretendía trasladar los postulados del grupo cineasta Dogma95 a la literatura. Tambiénm proponían ser la nueva reserva literaria de Inglaterra. Con ello, además de los relatos, los diseñadores de la editorial tenían un sinfín de temas y de motivos -sobre todo siendo una antología- para ilustrar la portada. La edición española de Mondadori, por ejemplo, privilegiaba el tema británico y el espíritu joven y contestatario (un ombligo con arete, un tatuaje de la bandera británica) que ciertamente está presente en el libro. Sin embargo, la carátula original no buscó ilustrar los cuentos ni el manifiesto sino reforzar el concepto implicado en el título: "nuevos puritanos". Para ello, se basó en la imagen de una botella transparente, llena de un líquido también transparente -presumiblemente agua o alcohol puro-, en fondo blanco y con el nombre del libro (resaltado en naranja) y los nombres de los que participan de él grabados sobre la botella (como si fuera la información de control sanitario del líquido). Es decir, utilizaron el mismo recurso que usarían, por ejemplo, para graficar una campaña de agua mineral, un remedio o un destilado que deba significar pureza. ¿Qué tiene que ver eso con el contenido del libro? Probablemente nada. Pero, de manera rotunda, lograron instalar en la mente de los compradores del libro (no necesariamente lectores) el concepto principal del título -pureza- y consiguieron individualizar el producto. Es una carátula arriesgada, estrictamente comercial, de diseño, aunque poco literaria. Yo creo que, a su manera, es una estupenda carátula.

Metamorfosis

Hay muchas formas de hacer una mala portada, desde luego, pero las peores son aquellas que propician una interpretación limitante a la obra. Por ejemplo, tomemos La metamorfosis, de Franz Kafka. Todos conocemos la primera frase ("Cuando despertó, Samsa se había convertido en coleoptero") y el resto de la historia. Pero ¿es realmente un coleóptero -un escarabajo de estiercol según Nabokov- Gregorio Samsa? ¿Debemos tomar esta novela al pie de la letra? Sí, esa es una lectura válida. No, porque esa lectura -Samsa convertido de facto en insecto- le resta ambiguedad a la metáfora que conforma aquel libro. ¿Cómo hacer la portada entonces?

1. Portada errónea

Esta ilustración pretende graficar una escena de la novela: cuando Samsa es encontrado "convertido" en coleóptero por la hermana. Se ve la puerta abriéndose, la luz que se filtra, el horror en los ojillos abiertos del insecto-humano. Un asco de portada. Le quita toda ambiguedad e incluso dramatismo a la transformación. Limita la metáfora compleja que implica el despertar de Samsa a la simple introducción de un elemento imposible, propio de una ficción fantástica: un hombre se convierte en insecto. Eso es todo. Qué pobreza del editor y qué mala lectura del libro por parte del ilustrador. En algunos casos, por cierto, los ilustradores van más allá como en éste caso, donde la sutileza es aún menor. En todo caso, si me empeño en poner un insecto en la carátula, sería bueno poner algo así, más sutil porque no ilustra una escena sino un concepto.


2. Portada acertada

Esta es la portada original, es decir de la primera edición alemana de la novela. Y es un acierto obvio, que implica un editor atento a lo que significa esa obra (a pesar de que Kafka aún no era el autor reconocido que es hoy). También está la puerta abierta -muy importante en la novela, por cierto- pero no se observa a un insecto sino a un hombre, en pijama, muy atormentado. Es decir, el anuncio del terrible despertar en que "cree" convertirse en insecto, o se convierte realmente en uno. El dibujo, por un lado, representa a Samsa asumiendo con pesar su transformación dolorosa, su próxima marginación. Pero por otro, si quieren algo más concreto, aquella cabeza escondida y el pelo revuelto estaría anunciando el instante previo a la transformación (una mente fantástica pensaría que después de ese cuadro Samsa se convertiría en escarabajo, como en una película de Cronemberg). La misma idea, pero en resolución más dramática y exagerada (y por ello mismo no tan buena) se ve en ésta edición. Y también tenemos ésta, que prefiere evitar el tema y se va por las ramas. ¿Una ciudad apacible para ilustrar La Metamorfosis? ¡Qué absurdo!

TYSON

Fårö

Una editorial italiana ha publicado un libro sobre Faro, la isla donde Ingmar Bergman rodó Persona, La hora del lobo, Vergüenza y La pasión de Anna. La foto de la carátula, que nos hace recordar la escena más terrible de La hora del lobo (Max Von Sydow luchando contra una especie de niño-demonio y matándolo con una roca), también trae a la memoria el siguiente fragmento de las memorias de Bergman:

"Así fue como ocurrió: en 1960 iba a hacer una película titulada Como en un espejo. Trataba de cuatro personas en una isla. En la primera imagen surgen de un agitado mar crepuscular. Yo quería, sin haber estado allí, que se rodase en las islas Orcadas. El productor, desesperado ante los gastos que se le avecinaban, mencionó Faro. Era una isla muy parecida a las Orcadas. Pero más barata. Más práctica. Más accesible.
En realidad no sé qué pasó. Si uno quisiera ponerse solemne se podría decir que había encontrado mi paisaje, mi verdadera casa. Si se quiere ser divertido se puede hablar de flechazo.
Le dije a Sven Nykvist (su colaborador de toda la vida) que quería vivir en la isla el resto de mi vida, que quería edificar una casa exactamente donde estaba el decorado de la película. Sven me propuso que mirase unos kilómetros al sur. Allí está la casa hoy. Se construyó entre 1966 y 1967". (Linterna mágica, Tusquets editores).

LUDO

Kitchen

Esperanza -la más notable exponente del Art Pad- nos he enviado un link en el que se publican las diferentes versiones de las carátulas del best seller Kitchen, de Banana Yoshimoto. He escogido la que -según yo- es la mejor y la peor. Además, la más creativa (hubo un empate) y un breve comentario sobre algunas otras.

1. La mejor

La portada de la edición francesa de Gallimard me parece extraodinaria. En primer lugar, representa a Mikage, la protagonista de la novela (repetida en casi todas las carátulas), con los brazos hacia atrás, en gesto al mismo tiempo conmovedor, infantil, tierno y tímido (solventado, además, porque aparece solo medio cuerpo en la portada). El enterizo y los colores pastel tambén indican la simpleza y la juventud inocente de Mikage, una chica que se refugia en la cocina para no pensar en la muerte de su abuela. El hallazgo principal, creo, es la repetición de ella en distintos tonos de color -representando sus facetas-, que indica muy bien, sin aspavientos ni efectismos, que leeremos una historia de introspección, donde la interioridad de esa muchacha es lo más importante (la versión de bolsillo, con la cocina detrás, me parece menos lograda).

2. La peor

La versión Rumana de la editorial Humanitas es deprimente. ¿Qué tiene que ver un cuadro de Matisse con la historia de una adolescente japonesa? Y peor aún, precisamente ese cuadro: una mujer sumisa, antigua, vestida de negro, de pelo rubio, pintando en medio de un salón con decoración barroca y ostentosa (que no refleja la simpleza de la novela ni la edad de Mikage). Hay editores que cuando tienen que editar una novela lo único que hacen es abrir los manuales Grandes Maestros de Pintura que tienen sobre sus mesas de centro (y peor aún: casi siempre, el único libro que tienen es Maestros del Impresionismo y Matisse paga pato). Patético.


3. La más creativa

Esta carátula de la edición holandesa es estupenda. A diferencia de la rumana, aquí se nota que detrás hay un artista que ha tratado de crear un concepto. Esos caramelos en forma de chica japonesa en kimono es una gran idea. De alguna manera, muestra el encierro de Mikage, su miedo a una vida donde todo es una producción en serie, sin individuos y los problemas en que está envuelta; pero también -al ser caramelos- representa su juventud y su manera simple, dulce, nada aparatosa, de resolver sus conflictos. Muy bien por Uitgeverij Contact, la editorial holandesa, que se ha enterado de qué se trata esto de publicar libros.



Y esta es otra carátula que me pareció original. Es de la editorial israelí Keter. Otro que sabe lo que es hacer un concepto. Como el libro es de una chica japonesa, hay que poner un motivo japonés (algunos se quedaron en esa idea nomás, flojonazos). Como trata de comida, que ese motivo sea algo que ver con eso. ¿Y qué es más famoso que el sushi? ¡los palitos para comer sushi! Es al mismo tiempo exótico y conceptual (útil para el marketing). Muy bien pensado, aunque falta el último detalle, el genial: ya que la autora además de cocinar, escribe: ¡que esos palitos sean dos lápices! Ingeniosos, sin duda (estoy seguro que quien hizo esta carátula trabaja para una agencia de publicidad, aunque no leyó el libro). Una de las pocas carátulas, además, que no colocan a Mikage como motivo.

4. Lo patético

Qué patéticas son esas carátulas efectistas y simplonas que, como Mikage tiene miedo a la muerte y está en medio de un conflicto personal, no tuvieron mejor idea que colocar una imagen dramática de una chica en estado de crisis. No es que esté mal, pero es demasiado obvio, sin idea, reductor (y no es fiel a la novela, porque la protagonista no es tan patética). Por eso, resultaron aprobados con las justas (algunos van a vacacional): ésta y ésta y ésta, y también ésta.

PD: ¿alguien me puede explicar ésta? Creo que el diseñador ha visto mucho cine de horror japonés o deberían internarlo en una clínica psiquiátrica.

TYSON

1922: sugerencia de Tyson

Una de las ideas de este blog es proponer posibles carátulas a libros ya editados o por editar. Una especie de juego sin mayor trascendencia. La polémica que ha surgido entre los miembros de este blog por la carátula de uno de nosotros -Edwin Chávez, Quark-, quien acaba de publicar su colección de relatos 1922, me permite sugerir que empecemos con su libro.
¿Qué gráfico podría ser bueno para el libro 1922?
Mi sugerencia es la siguiente:


Datos: Die Woche - nicht vergessen! (Esta semana, ¡no se olvide!) Werbeplakat der Zeitschrift "Die Woche" Entwurf: Fritz Koch-GothaDruck: Vereinigte Kunst-Inst. A.G.Berlin, 1922 Farblithographie70 x 94,5 cm

La litografía data del año 1922, fue en Berlín (el cuento principal del libro de Quark sucede en Europa y en ese año), y representa en el color y el trazo del dibujo, el estilo de la ilustración de esos años. Además, los personajes llevan ropa de aquella época. Los colores son estupendos para una carátula marketera -aquel verde intenso y el rojo, contrastando por las sombras- y, por si fuera poco, no tiene derechos porque ha pasado 75 años de su creación. Pero lo mejor es que en el dibujo aparecen diversos personajes (en especial el hombre de gabardina que está en primer plano) que recuerdan a los ilustrados personajes del libro de Quark, todos ellos escritores o lectores -algunos geniales, otros frustrados-. ¿Y qué llevan esos personajes en la mano? ¡Libros! ¡Libros rojos! ¡Libros incendiados! ¡Un desfile de personas caminando con libros! ¡Una vida libresca, un mundo de libros como en los cuentos de Quark! Asombroso.

¿Y cómo encontré esa foto que parece hecha a pedido para el libro de Quark? Simplemente colocando 1922 en el buscador de imágenes del Google. Más fácil, mejor, imposible.

TYSON

Carátula polémica

Carolina López, la viuda de Roberto Bolaño, se retorció en su sala al abrir el paquete que le enviaba Seix Barral donde aparecía la portada de una reedición del libro La literatura nazi en América de su esposo. Resulta que la sobria portada anterior había sido cambiada por una carátula en la que Hitler aparece en cuatro escenas, una breve secuencia de uno de sus espasmódicos discursos. La viuda dice que Bolaño jamás hubiera permitido esa atrocidad y exige retirar el libro, además de lamentar que no se le haya consultado ni a ella ni al agente del autor fallecido. El editor de Seix Barral, Adolfo García Ortega, dice: " estos temas son potestad de la editorial y no tenemos por qué consultar con la agencia del escritor”. Además, lamenta “que no le haya gustado, pero estos temas de las portadas son muy subjetivos”. Lo cierto es que Carolina López tiene razón cuando desestima el argumento de la editorial -que defiende su carátula argumentando que tiene intención paródica- con una frase contundente: "Sólo puedo entender semejante disfunción y muestra de mal gusto si lo relaciono con un diseñador que no ha leído la novela y que tampoco tiene ninguna referencia del autor. No quiero relacionar el hecho con directrices de ventas o con falta de atención al libro por tu parte”. He leído el libro y estoy de acuerdo con Carolina López. Más allá de si a Bolaño le hubiera o no gustado esa carátula, lo cierto es que ésta no tiene absolutamente nada que ver con el libro y es síntoma, además, de una estrechez mental y falta de capacidad para conceptuar, por lo que relaciona inmediatamente a los nazis con Hitler, dejando de lado cualquier sutileza, cualquier opción creativa. Lástima de carátula.

TYSON

Herr Benjamenta

De la estupenda novela de Robert Walser, Jakob Von Gunten, dos carátulas me llaman la atención. La primera, más imaginativa -quizás de manera exagerada- es la que propone The New York Review of Books (NYRB). Plasmada a manera de caricatura, la portada se centra en el espacio general de la novela: una sombría aula de clases del también fantasmal Instituto Benjamenta, lugar en el que el alumno Jakob, junto a otros más como el entrañable y cegado Kraus, son adiestrados en el sutil arte de "servir" con complacencia a futuros amos, no a aprender aburridos conocimientos de Historia o Literatura, sino a comprender que de la aceptación final de la mansedumbre, la docilidad y la resignación frente a la vida se hallará el dominio de uno mismo. Visto de otra forma, la currícula del Instituto Benjamenta, podría parecer una estafa -de hecho, Jakob sospecha al respecto apenas llega, pero luego comprende que allí hay "algo más" que enseñanza- y de allí creo, se desprende la propuesta de esta carátula gringa. Me imagino a los de NYRB espantados por la ausencia de "narratividad" de la novela y buscando desesperados, sacudiendo el libro a ver si cae algo de entre las páginas, alguna escena mínimamente fílmica. En todo caso, y a pesar de que existen algunas buenas carátulas gringas de libros poco "amables", parece que esta, hecha a modo de caricatura, busca mostrar el espacio de la novela de una manera esquemática y represiva: resalta la característica aparentemente "plana" de la ausencia de dinamicidad de la novela y la muestra como si fuera un lugar hecho de nada -quizás aquí sí haya un acierto-, pero es una lectura un poco primaria; me recuerda a una especie de pesadilla freak, una visión retorcida, pero sin el genio de Pink Floyd en el video de Another brick in the Wall -evidentemente, la carátula de esta edición responde a esa misma sensación de opresión y fantasmagoría. Pero sí detesto esta carátula por un motivo: la figura de ese profesor chillón que sale a un lado y que no podría estra máslejos de la imagen del grandioso personaje que evoca: Herr Benjamenta, quien gobierna el instituto junto a su hermana, y quien guía a todos los descarriados alumnos por la senda de la inutilidad y el vacío intelectual, para señalarles otro: el de la cabeza gacha para que la vida,altiva, pase sin ofenderse.

Por eso prefiero la carátula de la edición de Siruela: sobría, pero sin duda puede saberse quién es aquel hombre que, con las manos en la espalda, sostiene el camino de todos. Pequeño dios: Herr Benjamenta. (Page)



Carátula de la editorial Siruela