Un muerto en la carátula

Antes de ser bella o compleja, una buena carátula debe lanzar el gancho preciso para atraer a posibles compradores que no posean información previa sobre el contenido del libro. Estos compradores "no especializados" (me refiero a los lectores normales, no a esos perros hambrientos que espían por la ventana de su escritor favorito – de quien saben hasta cómo duerme - esperando que acabe de escribir su libro para precipitarse a la librería más cercana a comprarlo "calientito"), deben armarse un anticipo mental con pocos insumos: el texto de contracarátula, su conocimiento previo del autor (si lo tienen), su bagaje literario pesado o ligero y las pocas páginas que alcancen a hojear. En nuestra experiencia, las carátulas suelen ser poco informativas. La mayor parte de las veces no dicen nada, salvo que el libro en cuestión sea archiconocido (Lolita o La metamorfosis) y la imagen presentada solo venga a reforzar eso que ya pertenece al saber del mundo. Pero acaso, ¿es que una carátula tiene la obligación de decir algo, de cifrar un símbolo o contener un mensaje que se articule con la trama de significados del texto? Si hace alguna de estas cosas, hay que felicitar al ilustrador, pero la felicitación siempre vendrá a posteriori, después de leer un libro que "lector potencial" aún no conoce.



En este momento crucial (18 soles menos, 18 soles más para la editorial), algunos editores pueden jugar con la mente del lector potencial transmitiéndole mensajes subliminales para reforzar su apetito de consumo. Es el caso de la clara alusión al autor – Andrés Caicedo – en la carátula de la última edición de Norma del libro de cuentos (¿o novela en tres monólogos?) Angelitos empantanados o historias para jovencitos. En ella vemos una fotografía en blanco y negro (como casi todas las que hay de Caicedo) de un "modelo" de cabello revuelto (¿reminiscencia de los agitados años 70?) y expresión torturada o trasnochada o ambas cosas. El pata sostiene un corazón rojo que sangra a la altura del pecho (todo muy infantil y naive), y tiene dos alitas blancas de polluelo o angelito volador, también dibujadas por un artista niño (alusión a la estética adolescente de Caicedo). Podría decirse que este "angelote" representa a los "angelitos empantanados", típicos personajes adolescentes de Caicedo que el autor bautiza con nombres expresivos como "Miguel Ángel" o "Angelita", y juntan algunos o todos estos ingredientes: vivir en los suburbios ricos de Cali, asistir al colegio San Juan Berchmans, sufrir de un Edipo mal curado, leer a Poe (Berenice), disfrutar del terror, tener sirvientas y policías contratados en la casa, temer a las clases sociales que no sean la suya y enamorarse de muchachitos(as) pertubados(as) que los lleven a la muerte o a la destrucción psicológica. Ciertamente, la carátula cumple el propósito de representarlos a ellos, pero la alusión más clara, la que salta a la mente del lector potencial apenas ve el libro en un estante de supermercado, es al suicidio del propio Andrés Caicedo a la edad de 25 años con sesenta pastillas de Seconal (¿por qué la edición de Norma consigna este dato?) en marzo de 1977. Más allá de ser una tragedia, esta historia ha creado un mito (es decir una potencial fuente de riqueza) que forma parte del saber literario de todos los colombianos y casi todos los latinoamericanos con algún interés por la literatura, tanto así que el mito puede llegar opacar la calidad de una obra que no está en discusión. En la mente del lector potencial, la imagen de la carátula conecta inmediatamente con ese compartimento rotulado "escándalos literarios", o con otro de "fetichismo narrativo", o peor aun con ese que se llama "rebeldía mal curada o nostalgia revolucionaria". El resultado es una compra asegurada, o al menos eso espera la gente de la editora. Esta carátula, más que un mensaje subliminal, contiene una carta de amor abiertamente necrofílica que ojalá haya generado las grandes ventas esperadas.

LUDO

2 comentarios:

Frank Báez dijo...

Vaya, muy buena la página.

Anónimo dijo...

soy de barranquilla y me gusta mucho angelitos empantanados
me parece que el tema en discusión está muy bien planteado y tienen toda la razón al decir que la carátula conlleva o no a la compra de un libro.
Aunque desde muy pequeño veía el programa "Angelitos Empantanados" donde citaban muchas frases de Caicedo, fue muy grata mi sorpresa al ir creciendo, el darme cuenta que su estilo era muy alejado de lo infantil, y manejaba mas bien el sentido irónico y frentero de las personas realistas que deberiamos ser todos.
Así que más que por su carátula (lo cual no indica que el artículo sea bastante acertado) me gusta el libro porque desvela muchos tapujos de la sociedad y maneja un sentido poético en toda su extensión.

oscar_borge5@hotmail.com