Angelitos de mierda

En la colección Cara y Cruz de Norma apareció el año pasado una antología de los cuentos de Saki (Hector Hugh Munro, Birmania 1870 – trincheras francesas 1916). El título, Cuentos de humor negro, es desconcertante, porque los pocos libros que el autor publicó en vida llevaban títulos opacos y nada abstractos, como Reginald o The reticence of Lady Ann; el criterio editorial explica la necesidad de recurrir a un título sumario y plano que dé cuenta – a grandes rasgos y simplificando – del "tema" que vincula a todos estos cuentos, o mejor de la "sensación" que dejan en el lector estas historias crueles y divertidas, o sencillamente desalmadas. Un rasgo formal recurrente es la brevedad – sin exagerar, algunos son más cortos que este post -, así como el apego a una estructura clásica que la hermana de Saki ha definido con acierto: las historias son "anécdotas innecesariamente alargadas" o "tragedias indebidamente comprimidas". Muchas de ellas parecen cuentos para niños, fábulas que de un momento a otro pierden toda su ingenuidad y degeneran hacia lo horrible. Los protagonistas suelen ser niños maquiavélicos, encerrados en ambientes familiares lúgubres y represivos, que encabezan pequeñas revueltas contra el orden establecido que adquieren matices de travesuras macabras. En el mejor cuento, Sredni Vashtar, el niño Conradín vive con una tía-tutora a la que odia, y un hurón como mascota; un buen día, el hurón asesina "por casualidad" a la mujer y la única reacción del niño es "proceder a prepararse una tostada", como un refinado caballerito que disfruta elegantemente de esa mezcla de justicia infantil y maldad de kindergarden. En el tono distante y objetivo del narrador se percibe una risa ahogada y una secreta complacencia ante las "ocurrencias" del angelito monstruoso. Hablando de carátulas-espejos que reproducen una escena clave que cifra la totalidad de un texto en un símbolo, la carátula de esta antología es un buen ejemplo. En el relato El cuentista, vemos a tres angelitos viajando con una tía en un tren; la buena mujer, que resume las costumbres y esperanzas de la sociedad inglesa antes del 14, intenta calmar a los niños contándoles lindas historias infantiles (con moraleja y demás) que ellos encuentran aburridísimas y tratan de sabotear a cada paso con preguntas impertinentes, como "¿de qué color tenía los ojos el lobo que se tragó a Caperucita?". Hasta que hace su aparición "el cuentista", un hombre siniestro de ropa oscura que les empieza a contar una típica historia de Saki, en la que los niños pueden reconocer su propio ingenio despiadado. Son estos los personajes que ilustran el libro: caricaturas crueles que combinan los trazos torpes y los colores vivos de la estética infantil con los tonos oscuros y el cielo pálido de un mundo gótico que convive con el primero. Fíjense en la cara de la dulce niñita pelirroja que escucha embelesada la historia del "cuentista", con los ojos desorbitados y una mueca de asesina en serie – o de mujer zombie - que le deforma la boca. Tiene un osito de peluche en las manos y parece que lo está asfixiando.

LUDO

1 comentarios:

neverlandiano dijo...

para seguir con norma - y no es que me hayan regalado toda la colección o que me estén pagando para promocionar sus libros, ya quisiera -, en unos días posteo algo sobre andrés caicedo: angelitos empantanados.

LUDO