La edición de Siruela de Paseos con Robert Walser de Carl Seelig no solo demuestra que la sobriedad y el buen tino pueden ir de la mano, sino que a veces es necesario crear un concepto de carátula aprovechando todos y cada uno de los recursos de los cuales se disponga, incluso si estos mismos provienen del material gráfico dispuesto entre sus páginas. Vemos en la carátula de esta edición una de las seis fotografías que acompañan el texto de Seelig, y en ellas se observa el devastador paso del tiempo en el rostro de Walser (una de las imágenes más famosas del escritor proviene de este archivo). Sin embargo, en muchas de ellas no solo se le ve distraído, sino que incluso contento de poder llevar a cabo la actividad que más lo deleitaba: pasear. Sin rumbo fijo. Solo pasear. El libro de Seelig, como ya sabemos, nos relata las diversas conversaciones que Seelig y Walser sostuvieron durante más de 20 años, y entre ellas podemos notar no solo la huella del genio que opinaba libremente sobre su época y su condición, que despotricaba de sus colegas escritores y de la literatura misma, así como de la farsa de la escritura, de la fama y del éxito; no solo notamos estas variantes desconcertantes del Walser caminante que avanza sin cesar hacia un destino inexistente, sino también la mano firme del amigo incondicional, la sombra de Seelig tras los pasos del irritable y desconfiado escritor al que, incluso abandonando varios días la labor oficial -Seelig era soldado-, había decidido rescatar del olvido. Un olvido que, paradójicamente, Walser procuraba labrar cada día en cada paseo, como si caminando frenéticamente abandonara parte de sí mismo en la huella de sus pasos; así, hasta desaparecer, esfumarse. No ser nadie, y que eso no sea un lamento, sino una bendición. Después de leer una y otra vez este libro, creo que su portada no solo es sumamente acertada, sino que se convierte en un imán de lectura. Casi un espejo de lo que está contenido. Muestra una de las fotografías que Seelig le toma mientras Walser asciende por un camino cubierto de nieve -recordemos que el escritor muere en la navidad del 56, precisamente mientras caminaba por un bosque cercano cubierto de nieve-. No vemos su rostro, apenas la silueta siempre tan formal -saco, corbata, sombrero y bastón- que con mucho esmero el escritor siempre cuidaba. Y así avanza. Esta es una caratula "de ida y de vuelta": hay que volver inevitablemente a ella después de cada fragmento leído. Es imposible, entonces, no sentirnos compañeros también de esos largos paseos desde el sanatorio de Herisau hacia los pueblos aledaños. Siempre la espalda de Walser frente a nosotros, inaccesible, tal y como él lo deseaba. Y nosotros, aún persistentes tras sus huellas.
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7 comentarios:
page nos olvidamos te cambio este libro por el otro
ludo
si les gusta Walser, no pueden dejar de leer lo último de Vila Matas (lo alquilo, 5 soles por día)
tyson
ya me olvidé cómo era el cambio: tú querías Bartleby, pero antes de eso querías Jakob Von Gunten. Creo que es mejor leer primero este último; luego el de Seelig. Bartleby si te dan ganas y la de Pasavento de ley, como dice Tyson.
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¡Qué oportunista que es Tyson! No importa. A propósito, Tyson, ¿no quieres alquilar tu Murakami?
Quark
ya, por el wesabi de alan pauls
ludo
jaja, Quark dice "qué oportunista Tyson" y al toque baja la mirada, suelta una risita más, se pone un poco serio con las manos en los bolsillos y pregunta si no le quieren alquilar el de Murakami!! jaja...
Te llevo el Yeicob fon gumtan, y tú me llevas el Huesabi de paulsss...
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Obvio, Page, es parte de la actuación, de la gracia. Y hay que aclararlo, porque hay algunos que pueden creer que todo esto va en serio.
Quark
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