La historia dentro


Leyendo Santa Evita, las exigencias del lector no pueden menospreciar el esfuerzo vigoroso de Tomás Eloy Martínez por tratar de mantener distancia con el Boom. Las armas parecen prestas a una carnicería: desde los recursos de la novela total convertidos en pastiche, pasando por la inclusión del autor en la historia -nada de invisibles aquí-, hasta la metaliterariedad, el cuco de nuestros días. El resultado dependerá de usted, lector. Pero, y esto sí lo creo un acierto, qué mejor idea que para contar la historia de un cadáver, que narrar su irreversible conversión en ícono: intentar plasmar cómo los formoles que se desprenden del itinerante cuerpo embalsamado de Evita Perón se desvanecen en el aire y la fuerzan a su ascención. Esta es la historia de una mujer forzada a la santidad. Y de un pueblo ávido de milagros, imágenes paganas y chucherías de ese tipo. Por eso, la carátula de Santa Evita de la edición de Alfaguara me parece una combinación acertada por varias razones. Lo del color ni se discuta, la sobriedad del azul y el negro es siempre bienvenida. Pero el hallazgo está en la imagen de Evita que refulge, como si estuviera forjada en oro, en medio del espacio celeste y nebuloso de la carátula. Se asemeja a esos dijes brillantes, tan populares, que lleva la gente colgados en el cuello. Es decir, aproxima el cuerpo ya santificado al ideal de la masa, al alcance del pueblo: imagen de beatitud para comprar y llevar.



Dos carátulas de Random House me parecen descaminadas: la primera, aquí arriba, convierte la presentación de la novela en una especie de simulacro de tratado medieval. Esos colores desabridos connjugan bastante bien, hay que admitirlo. Pero esa elegancia no es parte de la historia. No tiene que ver con ella, con la historia de un cuerpo cuyos orificos están repletos de químicos y que la gente añora poder ver, tocar, ya no escuchar su nombre pronunciado en aquellos labios. Demasiada empaquetadura en esta carátula, demasiada sobriedad.


Algo totalmente contrario sucede en la otra carátula de Random, aquí abajo: sabemos que es una edición popular, de aeropuerto, pero las imágenes dispersas de una Evita de folletín sumadas al "feliz" comentario de García Márquez (hacer click en la imagen), la convierten en un mamarracho estrafalario. Lástima que esta edición haya sido la que yo tenía a mano.



Un comentario extra: En unas líneas de la novela, los conspiradores que tratan de ocultar el cadáver de Evita discuten sobre la relevancia de su misión: "Usted sabe muy bien lo que está en juego -dice uno de los personajes-[...]. No es el cadáver de esa mujer sino el destino de la Argentina. O las dos cosas, que a tanta gente le parecen una. Vaya a saber cómo el cuerpo muerto e inútil de Eva Duarte se ha ido confundiendo con el país. No para las personas como usted o como yo. Para los miserables, para los ignorantes, para los que están fuera de la historia. Ellos se dejarían matar por el cadáver. Si se hubiera podrido, vaya y pase. Pero al embalsamarlo, usted movió la historia de lugar. Dejó a la historia dentro". El hallazgo es interesante, la imagen de Evita como una madre gestante de la historia, receptora del destino trágico de Argentina. Díganme ustedes si la carátula de la edición de Club de lectores, aquí abajo, es o no una injusticia total.



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2 comentarios:

Anónimo dijo...

La última carátula que mostraste es justamente la que yo tengo. La primera, chillona en azul, me hizo recordar a la imagen de la sarita colonia.

carolina

Anónimo dijo...

La carátula del libro que tengo, no recuerdo la editorial, muestra los rostros de Eva y de Peron, ambos de perfil, teniendo de fondo una multitud. Todo impregnado de rojo.
No me he preguntado que quisieron significar con el color, pero la multitud, imagino que es por lo de “volveré y seré millones”.